¿Qué son los metales pesados y cómo entran en nuestro cuerpo?
Dentro de la tabla periódica, los elementos químicos se pueden clasifican en tres grupos en función de su capacidad para transferir el calor y la electricidad:
- Metales: buenos conductores
- No metales: malos conductores
- Metaloides o semimetales: término medio
No todos los metales son igual de densos. De hecho, ocupan un lugar concreto dentro de la tabla periódica por su peso molecular. Debido a esto, se distinguen algunos elementos más densos que otros, químicamente llamados “metales pesados”. Pese a la mala fama que tienen, algunos de estos elementos metálicos no son especialmente tóxicos para el ser humano a dosis tolerables. Muchos juegan un papel esencial en nuestro organismo, como sería el caso del sodio, potasio, silicio, hierro, zinc o el cromo.
Por el contrario, hay un grupo minoritario que sí supone un problema medioambiental. Este grupo de metales de alta densidad son los comúnmente conocidos como “metales pesados”. Los metales pesados tóxicos no pueden ser degradados por nuestro cuerpo. Nuestro hígado no es capaz de procesarlos, por lo que se pueden acumular en él, en los riñones, en la piel y en el intestino.
Los metales pesados con mayor toxicidad más conocidos son el plomo, el cadmio y el mercurio. También se incluye dentro de este grupo el semimetal arsénico. Estos metales están presentes en el medioambiente como consecuencia de procesos naturales (emisiones volcánicas o erosión de rocas y minerales), pero también debido a actividad artificial como emisiones industriales, minería, quema de combustibles, eliminación de residuos, fabricación de baterías, armamento y tuberías, entre otras muchas actividades.
Una vez emitidos, pueden permanecer en el ambiente durante muchos años, contaminando el suelo, acumulándose en las plantas y en tejidos orgánicos. Además, su concentración en los seres vivos aumenta a lo largo de la cadena alimentaria, pues como hemos mencionado antes, se bioacumulan.
¿Qué efectos tienen los metales pesados en el cuerpo?
La peligrosidad de los metales pesados radica en que no pueden ser descompuestos ni química, ni biológicamente. No solo no pueden ser degradados si no que se bioacumulan y se biomagnifican. Esto quiere decir que alcanzan concentraciones mayores a medida que asciende la cadena trófica, provocando toxicidad.
Los metales, como cualquier otro grupo de agentes químicos, pueden producir una patología aguda, desarrollada rápidamente tras el contacto con una dosis alta, o crónica por exposición a dosis baja a largo plazo.
Signos y síntomas que se han detectado en humanos por intoxicación aguda de metales pesados son: dolor intenso, vómitos, cólicos, diarrea, problemas de coagulación, alteraciones psicológicas, fiebre, infecciones respiratorias, insuficiencia renal o anemia entre otros.
Estos cuatro metales han sido clasificados como cancerígenos. Debido a la amplia evidencia científica existente, La International Agency for Research on Cancer (IARC) ha incluido en el Grupo I (Agentes carcinógenos en humanos) a varios de estos metales como: arsénico, berilio, cadmio, cromo (VI) y níquel. Son elementos que presentan numerosos efectos tóxicos, siendo la disfunción renal el principal efecto por una exposición prolongada.
Sin embargo, después de esta explicación, rogamos ¡que no cunda el pánico! La toxicidad aguda por metales es muy poco habitual. Gracias a toda la legislación desarrollada y aplicada, son muy escasas las intoxicaciones producidas. Una situación clínica relativamente frecuente son cuadros de fiebre tras exposición respiratoria en el medio laboral. Otro motivo mucho menos común, son las intoxicaciones por suicidio u homicidio.
Las empresas están obligadas por ley a respetar los valores límites ambientales para agentes químicos. Actualmente, en la UE hay establecidos límites máximos para los distintos metales pesados en los alimentos que se pueden consultar en el Reglamento 1881/2006. Estos límites máximos son revisados periódicamente adaptándose a la evidencia científica.
Además de establecerse límites máximos, la Comisión Europea ha emitido la Recomendación (UE) 2018/464 relativa al control de metales y yodo en las algas marinas, las plantas halófilas y los productos a base de algas marinas; en la que recomiendan proceder al control de la presencia de arsénico, cadmio, yodo, plomo y mercurio. Por otro lado, AECOSAN ha publicado, con carácter nacional, unas recomendaciones de consumo relativas a crustáceos para reducir la exposición a metales pesados enfocadas a consumidores habituales de este tipo de marisco.
¿Podemos eliminar los metales pesados de nuestro cuerpo?
Por norma general, a no ser que una persona viva en una zona altamente expuesta a este tipo de sustancias y en la que no se aplique ningún tipo de control, los niveles de metales en nuestro cuerpo no deberían ser significativos.
En todo caso, la prevención siempre es la mejor solución. Lo mejor para evitar una intoxicación es intentar reducir la exposición lo máximo posible. Como hemos mencionado varias veces, una vez presentes en nuestro cuerpo, no se pueden degradar. El único tratamiento efectivo para eliminar los metales pesados del cuerpo es la “quelación”. Este tratamiento debe ser valorado y pautado por un médico especialista que tenga en cuenta la situación fisiopatológica del paciente y la gravedad de la situación.
De todas formas, existen ciertos alimentos o nutrientes que se han propuesto como “neutralizantes” de los efectos tóxicos de los metales pesados. Dentro de estas sustancias, se destacan:
- Alga Chlorella: absorbiendo parcialmente los metales.
- Cilantro y espinacas: Reduciendo los niveles de metales.
- Magnesio: De acuerdo con algunas investigaciones, puede reducir toxicidad.
4 consejos para prevenir y eliminar los metales pesados de nuestro cuerpo
- Observa la procedencia de los alimentos, comprueba en el envasado si ha sido producidos y envasados en Europa. Mejor elige producto local.
- Lava bien los alimentos antes de consumirlos. Puedes utilizar lejía de uso alimentario.
- Si vivimos en un entorno contaminado, no exponer los alimentos a la contaminación. Mejor evitar colocarlos en ventanas que den a la calle, cerca de tuberías o de lugares potencialmente peligrosos.
- Refuerza tu dieta con alimentos ricos en vitaminas, minerales y agentes antioxidantes como la vitamina C presente en las naranjas, mandarinas, limón, tomate, brócoli, el resveratrol presente en la uva que ayuden a neutralizar los efectos tóxicos de los metales pesados.